Roland, joyero jubilado, se retira junto a su esposa a Le Havre para entregarse a su pasión por el mar. Hasta allí acuden sus hijos, Pierre y Jean, recién licenciados como médico y abogado, para disfrutar de las vacaciones y planear su futuro. La armonía de la que disfruta este hogar, frecuentado por una joven viuda, con quien comparten cenas y paseos, se verá sacudida por la llegada de una misteriosa herencia que recae en uno de los hermanos. El legado detona una rivalidad latente. Las dudas asaltan al no favorecido, Pierre, que arrastrará a su soñadora y distante madre —magnífica representación del universo femenino— a un callado infierno. Escrita por Maupassant en 1887, esta novela describe vívidamente la atmósfera de las calles de una ciudad portuaria, los cafés abarrotados, las gozosas travesías marinas..., ambiente que envuelve la vida de una familia pequeñoburguesa a fines del XIX, y la gestación de un drama familiar. Esta magistral historia inspiró varias películas, entre ellas, Una mujer sin amor, de Luis Buñuel. Mención especial merece el prólogo, un hito en el análisis literario de la novela naturalista; en él, Maupassant llega incluso a preguntarse qué leemos cuando leemos ficción, y realiza una aguda reflexión sobre los alcances del género. «¿Por qué razón la herencia se lega completamente al plácido Jean y no a Pierre, el atormentado? En la familia, excepto para Pierre, no supone problema alguno. Y Pierre, presa de la duda, encolerizándose paulatinamente, renueva la toma de conciencia de un Hamlet, de un Edipo... A su alrededor el mundo se hace añicos». Italo Calvino, Por qué leer a los clásicos