En la Antigua Roma, una nueva religión comenzaba a ganar más adeptos entre las clases desfavorecidas; sin embargo, estos creyentes, que se llamaban a sí mismos cristianos, eran despreciados y perseguidos a lo largo de todo el Imperio, por no predicar la religión del emperador. En este contexto, nace un amor prohibido entre Marco Vinicio, gran general romano y miembro de la corte del tirano Nerón, y Ligia, una esclava cristiana seguidora del apóstol Pedro. Entre el mensaje de comprensión del discípulo de Jesús y la locura del emperador, irónicamente, nacerían los mártires que convertirían a Roma en el centro del cristianismo mundial.