La seguridad privada se manifiesta en múltiples formas en la experiencia ordinaria. Las garitas situadas en las esquinas de los barrios residenciales del área metropolitana de Buenos Aires o de las grandes ciudades del interior del país. El personal uniformado en la puerta de un hotel de lujo o de una torre residencial pero también a la entrada de una farmacia o una tienda de comidas rápidas. Agentes de aspecto similar que recorren los perímetros de las empresas o los pasillos de los centros comerciales y las facultades. Vehículos identificados que se desplazan en las calles y avenidas retiran sacas de locales o acompañan camiones con mercaderías. En la materialidad misma de las viviendas los mecanismos de control y protección marcan su presencia carteles rejas paredones alarmas cámaras de vigilancia espacio reservado para los vigiladores. Hay una realidad diseminada en cuerpos objetos y sitios que encarna la desbordante objetividad de los dispositivos de seguridad privada.