La vida y el propio desarrollo humano implica dejar huella en nuestro entorno. Sin embargo, hay huellas que construyen y otras que destruyen, aunque en muchos casos su impacto no sea inmediatamente evidente. Cada vez somos más los que nos adentramos en la naturaleza con intereses a veces enfrentados. Desde el aventurero agresivo hasta el ecologista intolerante, pasando por el empresario del sector turístico-deportivo, todos tenemos algo que aprender. Ni podemos dar rienda suelta a todas las apetencias de esparcimiento sin ser conscientes de su repercusión, ni debemos jugar a prohibir por prohibir el disfrute del medio, que constituye una de nuestras más preciadas riquezas.