Una objeción común al uso de las historias de vida como metodología científica está relacionada principalmente con la medición del dato cualitativo, no fácilmente traducible en términos numéricos y estadísticamente elaborados. Se presenta así una suerte de 'terrorismo metodológico' que nos pone en guardia respecto del carácter científico del elemento fragmentario, aislado, singular y no catalogado dentro de las categorías predispuestas según determinados ítems. Esta actitud manifiesta una presunción de legitimación a partir de un único criterio de referencia: el 'sagrado' estándar hecho de cifras, porcentajes, etc. De este modo se perpetúa una dicotomía que es solamente aparente y que produce como efecto inmediato la segmentación del individuo social, obligándolo a perder su fundamental unidad biológica y comportamental.