«Nunca me gustó el jazz, porque ea música no tiene sentido... Tampoco solía gustarme Dios por la misma razón. Pero eso era antes de que todo esto pasara . En los primeros años de Donald Miller, tenía un conocimiento muy vago de un Dios distante. Pero cuando conoció a Jesucristo, se dedicó a su vida cristiana con gran entusiasmo. En pocos años, tuvo un ministro exitoso que al final lo llevó a sentirse vacío, desgastado y otra vez, lejos de Dios. En este relato íntimo y de reflexión, Miller describe su jornada especial de regreso a un Dios culturalmente relevante e infinitamente amoroso.