Nuestros antepasados creían que la tierra era un ser divino.Distintas culturas a lo largo de los siglos la identificaron con la madre, la que da la vida y el alimento. Su imaginación, pobló la superficie de nuestro planeta de seres maravillosos que representaban su permanente cambio, muerte y renacimiento. Por eso era imprescindible cuidar, respetar, pedir permiso y compartir con la madre tierra los frutos que de ella obteníamos.Actualmente, poetas, místicos y científicos encuentran misteriosos puntos de contacto con estas ideas ¿No concebimos, acaso, a nuestra Tierra como un organismo que demanda equilibrio para crecer y dar? Las antiguas creencias retornan envueltas en un lenguaje nuevo.¿Quién nos asegura que no son los seres imaginados que pueblan la Tierra los que defienden el equilibro y castigan el exceso de nuestras descuidadas manos? ¿Y sí realmente un ser todopoderoso velara por los cultivos de los hombres? ¿Quien no ha creído sentir alguna vez que presencias extrañas habitan los bosques y susurran tenues entre los árboles?¿Qué extraños poderes cambian de lugar los senderos al anochecer? ¿Podría alguien asegurar que ese destello veloz que cruza el claro no es un unicornio en fuga? Todos hemos imaginado en alguna ocasión que la tierra nos habla desde las suaves colinas, desde los verdes campos, desde la grandeza del desierto o el bosque umbrío......o acaso desde las páginas de un libro de tierra...