'Prologar un libro constituye para quien lo redacta motivo de inocultable satisfacción, en particular si, como es el caso, une al prologuista un vínculo de simpatía y afecto hacia los autores, todos ellos reconocidos profesionales que -dando un buen ejemplo- no han vacilado en cambiar de rol para acometer un acto de generosidad: escribir un libro.Sostengo que escribir un libro de esta naturaleza es un acto de generosidad, por el esfuerzo que supone, por los riesgos que conlleva la exposición pública de las ideas, pero esencialmente por la predisposición a compartir lo que se sabe.El ejemplo debería ser imitado por muchos otros profesionales que, como los autores, pertenecen al núcleo privilegiado de quienes brindan servicios de excelencia, pero que sin embargo carecen de la vocación -o la disciplina- para replicar con desinterés el fruto de su trabajo.Mas la satisfacción que me provoca escribir las primeras letras de un libro ajeno, para referirme a él, no evita la responsabilidad que conlleva ni disminuye la oportunidad que representa. La responsabilidad es la de reflejar de manera objetiva lo que allí puede encontrarse. La oportunidad me permite ponderar su utilidad para aquellos a quienes va destinado.' Alberto Tarsitano