Alma adora a su padre. Fausto ha sido su guía y compañero, la única persona en el mundo de la cual no puede prescindir y a quien le perdona todo. Hasta que un día desaparece sin dejar señas de su paradero, y la vida de Alma entra en una espiral de tensión, conflictos familiares y desesperanza. En un relato íntimo, Tone Rivera retrata la realidad de muchas familias extendidas, en las que los lazos sanguíneos son terreno fértil para los celos y la desconfianza, pero también para las lealtades y el amor inquebrantable.