Hay en este libro un tono que atiende más a una convicción que a un artificio retórico. Al rechazo total de cualquier asimetría intersubjetiva. Por eso en el Epílogo, el autor expresa, de manera lúcida, toda una declaración de intenciones: "Viagra para el eunuco es un título cuya metáfora alude, no estrictamente a la sexualidad o a la anatomía como destino, para usar una expresión freudiana, sino al hecho de que lo lazos, los vínculos, el reconocimiento mutuo son cada vez más frágiles. Por tanto, no debemos olvidar que somos a partir del otro, por el otro y con el otro. Y de paso, el otro es por lo que somos. De modo que la anatomía no puede ser el destino. Por eso creo que ningún fundamentalismo ayuda a fortalecer nuestros vínculos, por el contrario, ayuda a que se incremente la disyunción, la atomización, por no decir, la disfunción social, que cada vez es más acuciante, al punto que, si hiciéramos una anatomía a los últimos procesos de inter-subjetivación, veríamos que hemos pasado de la fisura a la fractura, y estamos al borde de la ruptura. Y para este tipo de rupturas no hay prótesis ni Viagra que valgan"