Me llevaba el dedo índice a los labios para indicarle a mi familia que guardara silencio, acercaba una grabadora al altavoz del televisor y grababa programas de música en una cinta de casete. La cara A y la cara B del casete pronto se llenaban con mi música favorita. No podía comprarme otra cinta porque mis padres no me daban paga, así que tenía que elegir entre grabar la música nueva encima de la antigua o no volver a grabar canciones en la misma cinta para que no se borraran las anteriores. A