El poemario de Torres Rojas está atravesado por la presencia de una caída que nunca deja de ser constante. Apreciamos un abismo sin fin en el cual las desgracias no quieren detenerse. En este espacio que se huele como hermético y definitivo, en el cual los fantasmas y las casas abandonadas se presentan como proyectos viscerales no resueltos, hallamos un narrador desesperado que necesita refugiarse en la dureza de las máscaras para hacerle frente al huracán de sus propias guerras perdidas. El libro se juega su existencia a las cuatro de la madrugada. Esta hora se repite como un tic tac implacable que no permite ningún atisbo de esperanza: “Tengo el pecho indispuesto, la fe en cuarentena, un arcoíris tuerto, un caballo rengo, dos pilas eveready oxidadas
"Es lo más hermoso que he leído en mi vida, un texto inclusivo, escrito en lenguaje simple, fácil de entender y representativo en cuanto a las sensaciones que tenemos todos en algún momento de la vida. El hablante nos invita a caminar con él por las calles oscuras y sucias de un Santiago asfixiante y agustiante, nos muestra esos callejones en lo que él entro y de los que nunca salió ileso. "