Reseña del libro "Anatomía del Cuero"
De los varios niveles de resignificación que proponen estos poemas, uno de los más relevantes radica en la mirada a la anatomía contemporánea del imbunchismo chileno. La reformulación crítica de lo que Edwards Bello llamó así en la vida popular del país, hacia los años 20 del siglo pasado, muestra en estos poemas, casi 100 años después, una lúcida reconfiguración que deja ver la “fuerza monstruosa” de una violencia sádica: desde las tramas literalmente violentas que el poemario explora en sus cuerpos, hasta la transfiguración de la Estación Central en “Central Station”, la obscenidad del “one dólar” de “nuestra boca” y el derrumbe en la “reptación del consumo”. Me parece un punto central, porque a partir de ese filtro de imbunchismo, derrumbe y ruinas múltiples, la voz poética se agencia y pide un derrumbe distinto, para “evitar que salgan otras ruinas / en la misma suela de los zapatos”. En esa línea, la idea de Simmel podría prestarse bien a la lectura de esa intención: si la ruina se da en la lucha entre naturaleza y ser humano, si la ruina es la venganza de la naturaleza sobre la cultura, el derrumbe sin ruina que se pegue a nuestros pasos implica una práctica fuera de la dicotomía; ecológica, en su sentido último y urgente. Por eso entiendo que la conciencia del cuerpo, del goce y el desplazamiento resulten tan fuertes en las varias corografías que proponen estos poemas. Con signo lingüístico y sedimento, y entre y para “compañeros psicoseados”, el ejercicio de voluntad y lucidez que surge de esta poética radica, en sus mejores momentos, en volver al goce, al canto, a la celebración vital, jamás como acto ingenuo, sino como gesto político y como práctica de resistencia.
