Pocas personas estuvieron tan cerca como Brunhilde Pomsel de Joseph Goebbels, uno de los mayores criminales de la historia. En su juventud, Pomsel se afilió al Partido Nazi y trabajó en la radio oficial del Reich, y en 1942 pasó a ser la taquígrafa y secretaria del Ministerio de Propaganda. Permaneció en la antesala del despacho del ministro sin abandonar su puesto ni siquiera en los últimos días de la guerra, cuando Hitler vivía en el búnker y las tropas soviéticas avanzaban por las calles de Berlín; incluso se ofreció para tejer la bandera de la capitulación oficial en lugar de aprovechar la ocasión para huir. "Pomsel guarda todavía un recuerdo sumamente vívido de los sucesos y momentos decisivos de su juventud", escribe Thore D. Hansen, quien ha reconstruido por escrito el relato filmado en un documental titulado Una vida alemana. Estos fragme tos de una vida turbulenta, frívola y ciega no están exentos de contradicciones. En el prólogo y el epílogo, así como en los comentarios a la historia de Brunhilde, Hansen subraya los puntos ciegos del monólogo, las ocasiones y revelaciones que dan un interés tan intenso al relato y que lamentan nuestro silencio ante acontecimientos tan graves como el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos o la ascensión electoral de los neonazis en Alemania. Toda una lección para el presente.