Reseña del libro "Carcasa"
“Se genera en Camila una delimitación del miedo y luego solo aceptación”. Taylorismo, Fordismo y Toyotismo en el siglo XXI, en el cono sur, en un espacio delimitado territorialmente en la novela mediante espacios productivos, autocontrolados y periféricos –el mall, el consumo, la población, Valparaíso, Viña del Mar, Glorias Navales– pero que por medio de la dictadura de las comunicaciones puede ser cualquier punto de la biosfera alienada por las redes satelitales. Pobreza, supervisión, clasificación, inspección, dirección y gestión del trabajo desde el abuso y la serialidad. La industrialización de las emociones, la sistematización y las formas de producción crean nuevas generaciones aplastadas por el capitalismo feroz, el carbón es sustituido por el petróleo, la electricidad, la química, la siderúrgica y las migraciones asalariadas. La familia como mano de obra estandariza los procesos de producción y explota el tiempo en la línea de montaje, repitiendo una y otra vez la misma tarea. Las piezas son idénticas, las carcasas se masifican. Surge la demanda, la crisis de la representación, y los explotados son sus propios clientes volviéndose esclavos de su propia carencia y simplificación en función de la máquina. Las carcasas se vuelven funcionales, y aleatorias, como productos identitarios para los sujetos marginados fabricando nuevas formas de adaptabilidad. La técnica y el ensamblaje sociocultural a costa de la explotación del trabajador que se convierte en el biosoporte ortopédico de la tecnología y su serialización. Camila, es la representación de las grandes masas de trabajadores no especializados que simulan e imitan los algoritmos que no permiten sino naturalizar su artificio. Diego Amijo pone en su narrativa el sistema nervioso que mueve a la periferia, a la zona de sacrificio, la imitación, la imposición de mandatos y prohibiciones como un orden cultural inamovible. El estilo de narración –fluido, coloquial, descriptivo, crudo desde su sinceridad y del reconocimiento de los espacios– permite de forma directa e indirecta hacernos espectadores y personajes, el adentro y el afuera de lo reconocible y clasificable, la sensación de nuestra relación material con los objetos y nuestro posicionamiento frente a las libertades individuales, el disciplinamiento del poder y la ética: “Algo de mall: Candado siendo peoneta, polera gris, un pequeño logo de la empresa en el pecho, el cuello de la camisa que le molesta al roce y se ensucia constantemente. Saca cajas, las monta en una yegua, recorre ciertos pasillos y tiendas, entrega, pide que le firmen la orden, y nunca ayuda a ordenar las cajas pues, dice, no es su trabajo eso. Siendo peoneta no mira nada, solo se guía por el falso brillo del suelo, no escucha nada, audífonos permanecen en él, no siente nada, saluda a la distancia, entrega el lápiz, nada se queda en él, no se le revuelve la guata, nunca tiene hambre, ni pasando frente a un centenar de gente comiendo. Vuelve, se sienta, le dice a su compañero que prenda el camión y siguen con el itinerario de entrega”.
