Reseña del libro "As de Halcón"
Su poesía pone en escena astillas de vida arrancadas del sentir, de la estela del vuelo de un ave tocando el cielo, del descenso al óxido de un barco estancado, de los “minutos lanzados al vacío”, y del “nado más lejano”. Es lo que duele y lo que hunde, y el frenético impulso para salir al vuelo. El desencuentro y el encuentro se dan la mano cuando se cierra el círculo y todo vuelve a comenzar. Si imaginamos una escenografía de la obra, ésta se percibe de colores aterciopelados, verdoso, negro, rojo oscuro, ámbar, grisáceo, púrpura y azulado. Pero jamás es estática y, en constante movimiento, transita focos, luces, horizontes, mares, materia y abismos, en búsqueda permanente, “improvisando el rodaje, el escenario de la propia vida”. Los sentimientos se materializan y así la nostalgia es de porcelana y la melancolía de cerámica. Se cubren con máscara y antifaz, porque “un poco aterra ir desenmascarado” y por eso hasta la felicidad se disfraza, e incluso las angustias: “viajo a enmendarme las angustias para que no caigan tan desnudas”. La palabra viaja y se imbuye de danza, música, actuación; juega con la sonoridad y los colores; pero también se desgarra en metáforas desoladoras y se queda sola, como “una mujer que llora y nadie oye su llanto”. Descubrir y descubrirse en estos versos profundos, invita a atrapar la magia de aquellos que nos devuelvan un reflejo y atesorarla, transitar emociones, despojar sentido. Ana María Velasco