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portada Fuegos del Fénix
Formato
Libro Físico
Editorial
Idioma
Español
N° páginas
124
Encuadernación
Tapa Blanda
ISBN
8484722562
ISBN13
9788484722564

Fuegos del Fénix

Gabriel Weisz Carrington (Autor) · Renacimiento · Tapa Blanda

Fuegos del Fénix - G. Weisz

Libro Nuevo

$ 15.030

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Reseña del libro "Fuegos del Fénix"

PresentaciónFuegos del FénixGabriel WeiszHace algunos días estaba leyendo “Tlon, Ukbar, Orbes Tertius” de Jorge Luis Borges. En este relato cobran vida mundos ilusorios. ¿Cómo se crean esos mundos, con sus mitologías, sus habitantes, sus dialectos, sus ciencias y sus culturas? Porque no reconocemos la existencia mental y vida imaginaria de esos conjuntos los situamos en lo ilusorio. En muchos mundos poéticos se crean estos ámbitos. Una vez que se abre la puerta a estos mundos, si se abre, no siempre es posible, cada uno de nosotros entra a ese extraño espacio como si fuera una región lejana. Tras explorarla a veces se regresa con los objetos, las criaturas y los pensamientos ajenos que sus habitantes comunican o usan o aman. Podemos sentirnos muy afortunados si esos objetos robados, esas personas que nos encontramos o esas bestias que cruzaron por nuestro camino nos poseen como alguna vez los dioses aterraron a los que creyeron en ellas o ellos. Digo, podemos sentirnos muy afortunados si durante el largo viaje entre ‘el espacio imaginario’ – que llamo así porque no encuentro palabras para describirlo- podemos luego recordarlo en un poema. Somos afortunados si al regreso de la travesía no hemos perdido todo lo que nos sucedió, todos los objetos que sostuvimos entre nuestras manos, todos los seres que nos hicieron odiar o amar. Puedo afirmar, escribiré ese poema más tarde, sobretodo cuando de madrugada el visitante golpea a la puerta y quiere entrar. ¡Mañana! ¡Guarda silencio! insisto y me duermo inmediatamente. Algo se ha ofendido, tengo un vago recuerdo pero la entrada al mundo poético ya no es posible, sólo queda la sensación. Me detengo un poco en todo esto para compartirles lo frágil que son los objetos, las escenas, lo cuadros y los poemas que se pueden ver, son supervivientes de la memoria. En el cuento de Borges se menciona una máscara dorada, que es un objeto sólo producido por la sugestión. Me parece que en los cuadros se invocan esos objetos, las esculturas son esos objetos y los poemas evocan esos objetos hechos de la sugestión y de un anhelo muy grande del escritor porque no pierdan existencia y se esfumen definitivamente. El secreto es que esos mundos sólo tienen interés si están completamente vivos y los podemos sentir, y esto sólo por la forma en que logran afectarnos o trastornarnos. Stéphane Mallarmé en un pequeño escrito sobre una pantomima que intitula Mimique comenta que ‹‹La escena no ilustra más que la idea, y no una acción real.›› Más adelante asevera que el mimo ‹‹se instala .en la mitad de una ficción pura.›› Este parece el escenario poético por excelencia, o sea el de la idea por un lado y el de una ficción pura, por el otro. Pero el poema no responde realmente a la idea sino a una extraña mezcla que busca el reflejo de las imágenes, sin embargo tiene la intangibilidad de la idea. Está en el ámbito de una ficción pura en tanto que su mundo pertenece al espacio poético, o sea un lugar que sólo sobrevive en la ficción pura. En cada poema parece haber un mimo que como anota el mismo Mallarmé es un rostro ‹‹con los gestos del fantasma blanco como una página todavía sin escribir.›› Aquí llega ese momento en que saltan todas las posibilidades, la hoja en blanco, es el medio que funciona como la gran metáfora de toda escritura potencial y también de su contrario cuando la persona está sentada frente a una plana en blanco y no hay nada que escribir. Súcubo y hado en una mezcla que juega en el imaginario de quien sentado escribe o lo consume la falta de inspiración. Por ello quizá el mimo con el rostro blanco es metáfora perfecta de la hoja en blanco. Un mimo que no representa más que algo que todos debemos imaginar, así cada poema sólo aspira a la existencia cuando la lectora lo mima con los artificios de su imaginación que pone a representar al poema. Además es bueno recordar que la relación entre lectora y poema es tal como una danza mímica donde la lectora también es espectadora de una pantomima que tiene significado sólo si puede dotarla de una materialidad a lo que por naturaleza no la tiene. El mimo está en un escenario vacío, pero a través del arte de la pantomima nosotros como espectadores vemos sillas, espejos, escaleras u otros objetos por la manera en que el mimo los dibuja en el espacio. El poema produce objetos y situaciones de palabras que tienen la misma naturaleza espectral que el universo representado por el mimo. Desde la perspectiva de una espectralidad el novelista contemporáneo Haruki Murakami en su novela Kafka en la playa se remonta a -El relato de Genji, escrita por Murasaki Shikibu, una mujer de la corte, esta obra es una de las novelas más antiguas que se conocen y pertenece al período Heian (794-1192) del siglo XI en Japón- “Rokujo, una de las damas cortejadas por el Principe Genji, es presa de los celos que le provoca Aoi, la esposa principal de éste, Rokujo se convierte en un espíritu malévolo que invade a Aoi. Sin embargo, Rokujo no se percata que se ha convertido en un espíritu viviente, que viaja también durante sus sueños a la habitación de Aoi para poseerla. Me pregunto si los relatos de lo espectral no funcionan también para ilustrar esa existencia mental y vida imaginaria a la que nos referíamos en un principio. Sumado claro está a la misma figura del mimo en Mallarmé, esa ‘escena [que] no ilustra más que la idea, y no una acción real’ parece describirse una verdadera insustancialidad de la idea y un espectro de lo real, justo para poner de manifiesto esa zona incierta que ocupa la imagen poética. Asimismo esos ‘gestos del fantasma blanco como una página todavía sin escribir’ instalan, gracias a la imaginación de Mallarmé, esa evanescencia propia del acto poético. En mi poemario trataba de describir la visita del imaginario poético como un fantasma que busca habitar a la persona, o bien al indicar que el poema es una entidad viviente que irrumpe como una sensación de lo recién creado. Por ello vería en la Rokujo de Murasaki una representación narrativa de lo que sucede con la posesión poética; el poema como una extensión del espíritu viviente del cual, quien escribe, es totalmente inconsciente. Pero el lector mismo es parte de ese acto de posesión y así es cómo la poesía se convierte en un cuerpo ajeno que lo habita durante el episodio de lectura. No olvidemos que el mismo significado de rapsodia se refiere a un ser extasiado o arrebatado. Hay relatos de esos estados de arrebato extático por el rapto de Perséfone en las leyendas griegas, quien fuera víctima del rapto al recoger ciertas plantas con propiedades alucinógenas. La misma Helena recogía flores antes de ser raptada a Egipto. El gran raptor mitológico era Hades, pero Dionisos actuaba de manera semejante y era conocido como dios de sustancias narcóticas. Con estos apuntes sólo quiero expresar la relación entre el estado rapsódico y el rapto para dejar en claro una naturaleza muy antigua de la posesión poética. Platón mismo hacia referencia a los rapsodas, que difícilmente podían recitar algunas líneas y ya caían en convulsiones. Estos rapsodas eran una suerte de actores extáticos que se dejaban llevar por los cantos homéricos. Un problema de muy distinto corte corresponde al tratamiento del objeto poético. Tiene que ver con el significado y si éste se halla adentro del poema y si las personas que lo leen saben cómo activar el poema. Habrá modos de reconocer el poema, primeramente porque se anuncia como tal, pero al mismo tiempo existe un comportamiento particular del lenguaje que me hace posible como lectora o lector reconocer que se trata de un poema. Cuando la persona entra al dominio poético se abre a una comunicación muy especial con sus objetos y parajes. La lectora que ahora se ha convertido en habitante de este dominio se percata que cada palabra está comunicada con otras para producir un efecto especial de los significados. De esta manera es posible aprovechar y viajar por estos ámbitos. Luego algunos se preguntarán qué experiencia es la que podemos experimentar y esto depende de nuestra capacidad para reconocer el lenguaje poético o sea la forma en que las palabras dialogan unas con otras. En este dominio tengo la impresión que debo hacer algo más que limitarme a leer porque cada objeto o “cosa” poética demanda su propio espacio de atención y cada parte del poema me provoca una actividad intelectual e imaginaria compleja. Cada espacio poético tiene su propia geografía, cuando menos ésta existe en la medida que el lector la recorra y esté en la disposición de aprender a imaginar de otra manera a la que está acostumbrado. Cuando leemos poemas sabemos que se trata de un ejercicio especial porque al aceptar este reto nos convertimos en buscadores de significados y no esperamos encontrarlos en la superficie. Pero no terminan las cosas aquí ya que nos hacemos conscientes que entramos a un campo mental complejo y aquí tendré que hacer algo. No puedo esperar pasivamente a que me ocurran cosas es necesario que participe del juego poético. Cualquier fenómeno del lenguaje es importante. Las ironías, las exageraciones, las situaciones fantásticas y lo que no figura pero siento que debe estar allí, serán partes significativas para comprender el mundo poético. Está claro que hay múltiples maneras de abordar un poema, pero hay quienes buscan interpretarlo y todos lo hacemos en una medida u otra, pero algunas lectoras saben que los poemas hay que trabajarlos y hasta esculpirlos, para esta actividad el lector se puede visualizar frente a una mesa imaginaria donde se encuentran las partes del poema. La persona que se da a la tarea de interpretar el poema pone a funcionar todos sus conocimientos, pero especialmente los que ha recogido durante las lecturas de otros poemas. De aquí se presentan las estrategias necesarias para participar en el juego poético. Un factor muy importante es que los poemas requieren de una interpretación corporal, es indispensable que se deje al poema pulsar las cuerdas del organismo, si esto no ocurre sólo nos quedamos con un ejercicio mental. Agregamos también que cada poema pide ser vestido de un cuerpo distinto. Esto le confiere una dimensión mucho más poderosa a la experiencia poética porque nos permite inventar cuerpos nuevos. Nuestras culturas parecen dirigirse a un despojo imaginario del cuerpo y es por esta razón que el imaginario poético abre las puertas a una experimentación insospechada. El lenguaje en el que está escrito el poema se ubica en un terreno particular con su historia y sus hábitos de comunicación, su cultura o culturas, así como su repertorio de diferencias, y condiciones en que cada cuerpo lo interpreta, sin embargo, cada poema tiene su propio lenguaje. Conocer estos aspectos permite descubrir receptores para elaborar estrategias de comprensión. Pero esta actividad no es tan sencilla como pudiera parecer pues mi conciencia está condicionada por una serie de reglas que me han enseñado para estar en condiciones de leer algo, todo lo cual me limita a ver y entender el objeto de una determinada manera. Al mismo tiempo estas condiciones dan ocasión para que una comunidad determinada pueda intercambiar nociones sobre las formas en que percibimos el poema y también el sistema comunicativo que nos permite compartirlo, pero el objeto poético puede no corresponder a las expectativas que yo tengo del mismo, lo mismo es cierto para la comunidad que ha caracterizado el lenguaje poético de una manera fija. También hay que advertir que ninguna comunidad que se comunica lo hace en forma homogénea, cierto que todos entendemos el lenguaje de una manera general, pero las personas hacen cosas distintas con el lenguaje. Esa comunidad construye su objeto poético para reconocerlo y genera asimismo una cultura lectora. Nuevamente hay que advertir que cierta poesía bien puede subvertir y así propiciar una contracultura. Pensemos por un instante que existe una ley del lenguaje y del significado, el poema desafía esas normas para entrar en terrenos q ue no se han reglamentado. En tal situación debemos cambiar nuestras ideas sobre lo que consideramos que debe ser un poema y estar preparados para descubrir cosas que no conocíamos, acceder a que el poema nos sorprenda. Y no cargarlo con prejuicios que de alguna manera muestran el temor por aventurarnos a espacios desconocidos. Los poemas requieren de una mirada periférica que no intente fijarlos con la mirada directa que exige significados directos. Diría yo que, más que un intérprete el poema necesita de exploradores de significados ocultos y de una desobediencia permanente respecto a los significados convencionales.

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